Has ungido con perfume mi cabeza; has llenado mi copa a rebosar. La bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa del Señor habitaré para siempre. (Salmo 23, 6)
Queridos lectores,
¿Qué me sigue en mi camino a la eternidad? ¿Qué me acompaña en el camino a Dios? Como David, ¿puedo decir que la bondad y la misericordia de Dios me acompañan en mi vida? David ve la meta frente a él. Él está en camino a Dios en la fe. Él tiene su hogar con él. Estará con Dios para siempre. Ahí es donde se dirige. La bondad y la misericordia de Dios lo acompañan en este camino.
Cuando miras hacia atrás en tu vida, ¿qué te sigue? ¿Puedes decir, como David, que el amor y la gracia de Dios te siguen? Cuando miras hacia atrás en el pensamiento, ¿descubres la bondad y la misericordia de Dios? El apóstol Pablo le recuerda a su colega Timoteo que, desafortunadamente, los pecados también pueden ser un compañero constante. Él escribe en la carta de 1 Timoteo (cap. 5, versículos 24 + 25)
„Los pecados de algunos son evidentes aun antes de ser investigados, mientras que los pecados de otros se descubren después. De igual manera son evidentes las buenas obras, y aunque estén ocultas, tarde o temprano se manifestarán.”
Hay personas que son perseguidas por las secuelas de tus pecados. Sus pecados están detrás de ellos día y noche. Fue lo mismo con Paul. Cuando era viejo Saúl, los pecados eran su compañero constante. Pero luego se encontró con Jesucristo. Se le permitió conocer al buen pastor Jesús. Por lo tanto, él podría decir (Tito 3, 3 - 7):
“En otro tiempo también nosotros éramos necios y desobedientes. Estábamos descarriados y éramos esclavos de todo género de pasiones y placeres. Vivíamos en la malicia y en la envidia. Éramos detestables y nos odiábamos unos a otros. Pero cuando se manifestaron la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador, él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo, el cual fue derramado abundantemente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Así lo hizo para que, justificados por su gracia, llegáramos a ser herederos que abrigan la esperanza de recibir la vida eterna.”
Feliz es el hombre que ha sido relevado de sus pecados por Jesucristo. Feliz es la persona que puede decir: Hoy el buen pastor Jesús me acompaña en mi camino por la vida. Y cuando me doy la vuelta y miro hacia atrás, mis pecados ya no me persiguen. Son eliminados por la expiación de Jesús en la cruz del Calvario. Miro hacia atrás y ahora veo la bondad y la misericordia de Dios. Son mis compañeros constantes hasta que esté completamente en casa con Dios.
Dios bendiga tu forma de vida!