15 de diciembre de 2025
Evangelio según San Lucas, capítulo 2, versículo 7.
Belén viviente
Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada.
Estimados lectores:
La Navidad sin el establo de Belén no es una verdadera Navidad. La salvación de Dios para todos nosotros comienza en un pesebre. María da a luz a su primogénito, Jesús, en un establo.
El sello navideño alemán del año 2000 muestra todo lo necesario para un belén viviente: el niño Jesús recién nacido yace en el pesebre. María y José lo contemplan. La estrella que guió a los Reyes Magos desde Oriente brilla sobre el establo. Los pastores han llegado, rezan y se maravillan. Pero falta una persona que siempre está presente en todos los belenes: el posadero, que envía a María y José al establo. Porque no había sitio en la posada. Este posadero no es un personaje bíblico, pero no conozco ningún belén sin él.
Una vez leí la historia de un belén muy especial: unos niños representaban la historia de la Navidad. Una pequeña María y un pequeño José se ponen en camino hacia Belén. Llaman a la puerta del posadero y le piden alojamiento. Según el guion, el posadero debería haberlos rechazado, porque la posada estaba llena. Pero el niño que interpretaba al posadero sintió tanta compasión por ellos que les dijo alegremente que entraran en su casa. ¡No tuvo el corazón de rechazarlos! ¡Jesús debía nacer en su casa y no en un establo!
No sé cómo continuó este belén viviente. ¿Se rieron los espectadores? ¿Alguien se enfadó? ¿Cómo habrían reaccionado si hubiera sido su hijo o su nieto? ¿Habrían elogiado o reprendido a su hijo después de la obra? Un niño pequeño lo estropea todo por compasión, por amor a Jesús. Un niño no sigue las reglas del juego.
Unos treinta años después de su nacimiento, Jesús, el Mesías, recorre Tierra Santa. No se atiene a las reglas del juego de la hipócrita élite religiosa. Porque siente compasión por los pobres, ama a los marginados y a los despreciados. Por eso, la élite religiosa lo desprecia y le cierra las puertas. Le niegan el acceso a sus corazones endurecidos. El evangelista Juan lo describe así (Evangelio de Juan, cap. 1, 11-12): Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.
De eso se trata la Navidad: acoger a Jesús y convertirse en hijo de Dios. La pregunta es: ¿le abro la puerta de mi vida a Jesucristo o me quedo con mis ideas religiosas? ¿Me quedo con mis piadosas reglas del juego o me dejo abrumar por el amor de Dios y le pido: Amén, ¡ven, Señor Jesús! (Apocalipsis 22, 20). ¿Dejo que Jesucristo cambie las reglas del juego de mi vida?
Les deseo a ustedes y a sus familiares una feliz Navidad. Les deseo que sus corazones estén abiertos al Salvador de este mundo. Les deseo la paz de Dios, que no se puede comprender con la mente. Les deseo protección para el cuerpo, el alma y el espíritu.
Muchas gracias por visitarme y escucharme. Espero que vuelvan a visitarme en el próximo sermón breve, el 1 de enero de 2026.
Jesucristo dice:
Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños,
no entrarán en el reino de los cielos.
Evangelio de Mateo, capítulo 18, versículo 3.