15 de febrero de 2025

Hechos 16, 14

Lidia

 

Una de ellas, que se llamaba Lidia, adoraba a Dios. Era de la ciudad de Tiatira y vendía telas de púrpura. Mientras escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que respondiera al mensaje de Pablo.

 

Queridos lectores,

 

el sello que quiero mostrarles hoy procede de Portugal y representa a una mujer de piel oscura. Lleva un cesto de ropa sucia en la cabeza. Esta imagen me recuerda a una mujer de la Biblia que también tenía que ver con las telas. Se llamaba Lidia y era comerciante de telas de color púrpura. 

 

Lidia escucha mientras el apóstol Pablo habla a unas mujeres de Jesucristo. Pablo está de viaje misionero y predica el Evangelio a la gente. Dios le ha encargado incluso que comparta la buena nueva del amor de Dios con los pueblos de Europa. Este mensaje cae en tierra fértil con Lidia. Ella escucha lo que Dios le dice a través de Pablo. Y cree en Jesucristo. Dios mismo no sólo le abrió los oídos, sino también el corazón.

 

Veo el secreto de la fe en Lidia. No basta con oír el Evangelio de Jesucristo con los oídos. Este mensaje quiere entrar en el corazón. Pero Dios mismo debe abrir el corazón duro a su amor. Podemos leer la Biblia de principio a fin y viceversa sin ser tocados por la palabra de Dios. Pero cuando el Espíritu de Dios toca el corazón, absorbemos la Palabra de Dios como una esponja seca absorbe el agua.

 

Lidia era una mujer que honraba a Dios. Ella tenia respeto por Dios. Esta reverencia vio a Dios y él tocó su corazón a través de su Espíritu. Reconoció que Jesucristo había sufrido y muerto por sus pecados en la cruz del Gólgota. Reconoció a Jesucristo como su Salvador y Redentor. Se bautizó y se hizo cristiana.

 

La fe surge cuando el espíritu de Dios nos toca. La fe crece cuando nos encontramos con Dios con reverencia y respeto. La fe se despliega en nuestras vidas cuando el amor de Dios transforma nuestros corazones.

 

La mujer del sello lleva el cesto de la ropa sucia sobre la cabeza. Me la imagino llevando la ropa recién lavada a casa. En casa, desempaqueta la cesta y se ocupa de su ropa. Lo mismo ocurre con la fe en Dios. No debemos «llevar nuestra fe sobre la cabeza». La fe pertenece al corazón, igual que la ropa limpia pertenece al armario.

 

Rezo para que Dios mismo abra mi corazón a su palabra una y otra vez. Rezo para que honre a Dios y le ame con todo mi corazón. Es mi oración que tú, querido lector, como Lidia, honres a Dios y que Dios mismo toque tu corazón con su amor. Espero que tu fe en Jesucristo se convierta en un asunto del corazón.

Espero con impaciencia tu visita el 1 de marzo de 2025. Que Dios todopoderoso te bendiga y te guarde en espíritu, alma y cuerpo. Que os encomendéis a su amor.

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