2 Corintios 6:2: Les digo que éste es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!

 

Estimados lectores,

 

En muchos países, el Día del Trabajo se celebra el 1 de mayo. En Alemania es festivo desde 1890. Esta fiesta nació en Estados Unidos. Allí, muchos miles de trabajadores se declararon en huelga en 1886. Exigían una jornada laboral de ocho horas. Así nació el Día del Trabajo.

 

La gente trabajando es un motivo popular de los sellos. Hoy, además del sello alemán, quiero mostrarles dos sellos rumanos. Uno muestra a dos artistas trabajando. Un hombre atrapa a un compañero en el trapecio. Lo que mantiene en vilo a los espectadores es la máxima profesionalidad. Lo que muestran estos artistas exige la máxima concentración en su trabajo. Un error puede tener consecuencias dramáticas.

 

El otro sello muestra dos manos con grandes herramientas. Aquí se representa simbólicamente el duro trabajo físico. Las grandes herramientas (en Alemania se llaman llaves inglesas) indican trabajo con máquinas. Estas manos también realizan trabajos de responsabilidad.

 

Cuando Jesús vivía, la gente trabajaba principalmente en la agricultura, la pesca, como carpinteros (como Jesús) o del comercio. Los judíos sólo tenían un día de descanso el sábado o en las fiestas religiosas. Muchas de las personas que conocieron a Jesús eran trabajadores. Simón Pedro y su hermano Andrés eran pescadores. El centurión de Cafarnaún era un soldado profesional. Jesús curó a su criado paralítico. El discípulo Mateo era recaudador de impuestos, igual que el poderoso y rico Zaqueo. El apóstol Pablo no sólo era misionero. También se ganaba la vida como tendero. En Filipos conoció a Lidia, una comerciante de púrpura. Él la bautizó. El médico Lucas lo relata en los Hechos de los Apóstoles.

 

Todos estos trabajadores experimentaron la transformación de sus vidas a través de Jesucristo. Fueron llamados a una nueva vida con Dios. Sus vidas ya no estaban determinadas por ganar dinero y acumular riquezas materiales. El Espíritu Santo les abrió los ojos a la nueva realidad de Dios. Dios dio a sus almas una paz que el dinero no podía comprar. Conocieron el amor de Dios y se llenaron de una alegría que su trabajo nunca les habría dado. Confiaron sus vidas al Hijo de Dios, que dice de sí mismo (Evangelio de Juan, cap. 10)

 

"Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Yo les doy la vida eterna".

 

Jesús, el Hijo de Dios, se compara con un trabajador, con un pastor. Ese no era un trabajo romántico en aquel entonces, era un trabajo duro. Había que defender un rebaño de ovejas de ladrones y lobos. Con esta comparación, Jesús deja claro que está totalmente comprometido con las personas que confían en él. Incluso llegó a sacrificarse para proteger la vida de sus seres queridos. Sacrificó su vida en la cruz del Gólgota para liberarnos de la esclavitud del pecado.

 

Jesús estaba muy cerca de la gente de aquel tiempo. Conocía su vida cotidiana, sabía cómo vivían. Jesucristo resucitado está muy cerca de todos los hombres. Nos comprende y conoce nuestro quehacer cotidiano.  También ve a los que sufren por su desempleo. Jesús, en su omnipotencia, conoce todas las situaciones de la vida. Confiar en él y buscar un encuentro con él abre nuevas perspectivas de vida. Pedro, Mateo o Lidia son testigos de ello.

 

Te deseo que el Día del Trabajo no sea sólo un día de descanso, sino que se convierta en un día de salvación muy personal. Pablo, el misionero y fabricante de tiendas (Hechos 18:3), lo escribió así en 2 Corintios 6:2: "He aquí ahora el tiempo de la gracia. He aquí, ahora es el día de la salvación". Quien confía en Jesucristo experimenta cada día como un día de gracia y salvación, en el trabajo, cuando está desempleado o cuando no trabaja.

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