1 de octubre de 2022

 

Muy breve es la vida que me has dado; ante ti, mis años no son nada. Un soplo nada más es el mortal. Ps. 39, 5

 

Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría. Ps. 90, 12

Estimados lectores,

 

El 19 de septiembre de 2022 fue un día histórico. Una era llegó a su fin en Inglaterra y más allá. Tras más de 70 años de reinado, la reina Isabel II fue despedida. Miles de millones de personas de todo el mundo lo vieron. Innumerables personas pudieron asistir al servicio fúnebre a través de la televisión y de Internet. Y los que estaban allí también escucharon las palabras de 1 Corintios (cap. 15, 55 - 57):

 

«¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!«

 

El aguijón de la muerte atormenta a la humanidad cada día. Cualquiera que lea las noticias de Ucrania y vea las imágenes de las fosas comunes ve este terrible aguijón de la muerte. Las personas se convierten en víctimas del pecado porque se viola la ley de la vida (Ex 20:13): No mates. Donde hay guerra, prevalece la ley de la violencia y la muerte.

 

Nadie tiene derecho a matar a su prójimo. Nadie tiene derecho a quitarle la vida a otro ser humano. Esta vida única que Dios, el Creador, le ha dado. El tiempo de nuestra vida está determinado únicamente por Dios mismo (Sal. 31, 15): Mi vida entera está en tus manos.

 

Nuestro tiempo de vida no es interminable, sino limitado por Dios. Su palabra nos exhorta a ser sabios y a pensar en el final del camino de nuestra vida. Ser sabio significa para mí no vivir sin sentido en el día, sino manejar responsablemente mi tiempo. "El tiempo es gracia" está escrito bajo la esfera de un pequeño despertador en nuestro piso. El tiempo de vida es un tiempo de gracia divina. Puedo vivir cada día con la certeza de ser una persona amada por Dios. Cada momento en su presencia es un regalo por el que puedo estar agradecido. Puedo alegrarme de que Jesucristo ha vencido a la muerte con su resurrección y me da la vida eterna.

 

Por lo tanto, me gustaría terminar hoy con una alabanza a este Rey y Víctor. Quisiera alabar a Jesucristo, vencedor de la muerte, con las palabras del Apocalipsis de Jesucristo (Ap. 1, 4 - 6):

 

Gracia y paz a ustedes de parte de aquel que es y que era y que ha de venir; y de parte de los siete espíritus que están delante de su trono; y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de la resurrección, el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama y que por su sangre nos ha librado de nuestros pecados, al que ha hecho de nosotros un reino, sacerdotes al servicio de Dios su Padre, ¡a él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén.

 

Me alegro contigo si puedes unirte a este culto a Dios. Que Dios te bendiga y te guarde en espíritu, alma y cuerpo. Que llene tu corazón con su paz y alegría. 

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