1 de febrero de 2024

 

Sal. 139, 9 + 10 Un salmo de David

Si me elevara sobre las alas del alba, o me estableciera en los extremos del mar, aun allí tu mano me guiaría, ¡me sostendría tu mano derecha!

 

Querido lector,

 

La nostálgica estampa del correo aéreo americano despierta en mí sueños de infancia. Volar de Fráncfort del Meno a Nueva York en un Lockheed Super Constellation cuatrimotor era un gran sueño. Mi padre ya había volado en los años cincuenta. No a Estados Unidos, sino a Inglaterra. Le encantaba volar.

 

El rey David también soñaba con volar. Pero no con un avión de hélice, sino a la velocidad de la luz. Veía los primeros rayos de sol en el horizonte por la mañana y quería volar con ellos al otro lado del mundo. ¡Qué visión! 

 

Pero a David no le interesa viajar, sino la presencia de Dios en su vida. Está absolutamente seguro de que Dios está con él en cualquier lugar de la tierra. Aunque pudiera volar hasta los confines de la tierra con las alas del alba, el Dios todopoderoso estaría con él. No importa dónde esté, Dios siempre está con él. No sólo en Jerusalén o a orillas del Mediterráneo. No hay un solo lugar en la tierra donde Dios no esté con él. David sabe que Dios está en las esferas celestiales y también en el reino de los muertos. Nadie puede escapar de Dios. Nadie puede esconderse de la vista de Dios.

 

Son pensamientos inimaginables, dice David. Este Dios todopoderoso, que todo lo sabe y todo lo ve, no puede ser comprendido con la mente. Pero esto no lleva a David a cerrarse a Dios con miedo. Todo lo contrario. Incluso quiere que Dios mire en los rincones más recónditos de su corazón y escudriñe sus motivos. David pide a Dios que le guíe por el buen camino de la vida. Que Dios le proteja de pensar mal y de hacer el mal. Reza al final del salmo (versículos 23 + 24):

 

„Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno.”

 

¡Qué oración! Deberíamos rezarla todas las mañanas cuando sale el sol y sus rayos tocan nuestros sentidos. Querido Padre celestial, ¡guárdame hoy de los malos caminos! Examina mis pensamientos. Guíame hoy por un camino santo.

 

El Lockheed Super Constellation tenía tres timones llamativos en la parte trasera. Puedes reconocerlos en el sello. Todo avión necesita un timón. De lo contrario, el piloto no podría controlar su aparato. Nosotros también necesitamos esos "timones" para nuestro viaje por la vida. Para mí, los tres "timones de la fe" son la Palabra de Dios (la Biblia), la oración y la comunión con otros cristianos. Sin ellos, no puedo llegar a salvo a mi destino. Como David, pido a Dios que me guíe en mi camino por la vida. No importa dónde me encuentre. Qué tal si le pido: ¡Dios, sé mi copiloto! Jesucristo, sé mi buen pastor, ¡sé mi buen copiloto!

 

Muchas gracias por escucharme. Les invito cordialmente de nuevo al próximo devocional con sellos, el 15 de febrero. Hasta entonces, les deseo la bendición y la protección de Dios en espíritu, alma y cuerpo por medio de nuestro Señor Jesucristo.

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