15 de abril de 2024
Juan 20, 19 + 20
Al atardecer de aquel primer día de la semana, estando reunidos los discípulos a puerta cerrada por temor a los judíos, entró Jesús y, poniéndose en medio de ellos, los saludó. —¡La paz sea con ustedes! Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor, los discípulos se alegraron.
Querido lector,
¿Te has sentido alguna vez tan solo y lleno de miedo que te has encerrado en alguna parte? Esperemos que nadie nos encuentre, piensan los discípulos de Jesús. ¡Cerramos bien la puerta! El Señor y Maestro de estos hombres fue ejecutado en la cruz y luego enterrado. Muerto. Todo en estos hombres ha muerto: todo el valor, toda la alegría, toda la esperanza.
De repente e inesperadamente, Cristo resucitado entra en sus vidas. No es un ladrón que derriba la puerta por la fuerza para acercarse a sus discípulos. No, simplemente está en medio de ellos. Les saluda y les habla de su paz. Les muestra las heridas de sus manos, atravesadas por clavos. Les muestra la herida de un soldado romano en la parte superior del cuerpo. No hay duda: el hombre que está ante ellos es Cristo resucitado. Es el Jesús que murió en la cruz del Gólgota. Jesucristo vive de verdad. Vive para siempre.
Esta experiencia hace felices a los discípulos. Son muy felices. Jesús abre sus corazones a esta alegría. Los saca de todo temor y soledad. Su paz divina llena ahora sus corazones.
El sello de hoy muestra una antigua llave (las cuatro letras CEPT son la abreviatura de "Conferencia Europea de Administraciones de Correos y Telecomunicaciones"). Para mí, esta llave simboliza la paz que trae Jesús. Donde está Cristo resucitado, allí está su paz. Los espacios vitales ya no permanecen cerrados, sino que su paz los abre. Donde está Jesucristo con su paz, las personas recuperan el acceso a sus semejantes. La paz vuelve a las relaciones.
Jesucristo mismo es nuestra paz. Él es el Príncipe de la Paz anunciado por el profeta Isaías (Isaías, capítulo 9). Jesús es la llave de la paz. Encontramos la paz cuando Jesús viene en medio de nosotros. Tenemos paz cuando Jesucristo toca nuestros corazones. ¿Rezamos por esto? Sí, por favor, oremos por ello.
Espero que tu corazón se llene de gran alegría por la resurrección de Jesucristo. Espero que todos tus miedos desaparezcan y que la paz de Dios llene tu corazón y tus pensamientos. Espero que los responsables políticos y sociales vuelvan a fijarse en Jesucristo y pongan a Jesús, Príncipe de la Paz, en el centro de sus decisiones.
Muchas gracias por escucharme. Les invito cordialmente a la próxima devoción, el 1 de mayo. Hasta entonces, les deseo la bendición y la protección de Dios en espíritu, alma y cuerpo, por medio de nuestro Señor Jesucristo.